30 octubre 2015

Trabajadores que echan humo: quemados

Trabajadores que echan humo
Casi todos los trabajadores experimentan sensaciones de hartazgo en un momento determinado, y aseguran sentirse quemados profesionalmente como consecuencia de discusiones con el jefe, saturación de responsabilidades, falta de reconocimiento, presiones de los mandos superiores, problemas con los plazos de entrega o de realización de las tareas... Según los datos recogidos por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), en torno a un 22% del total de la población activa padece estrés laboral. 

Con sólo un 11% de empresas que hacen evaluación de riesgos psicosociales, España está a la cola de la UE 

Los expertos argumentan que el estrés leve nos empuja a realizar acciones cotidianas como madrugar para llegar pronto al trabajo, en lugar de permanecer en la cama. Cualquiera está expuesto, asimismo, a situaciones estresantes como verse envuelto en un atasco y llegar tarde a una cita importante de trabajo. Pero cuando el estrés es excesivo y no se limita a situaciones puntuales o a periodos concretos –sino que pasa a formar parte de la cotidianidad– puede ocasionar perjuicios de consideración en la salud física y psicológica de los afectados. 

Aquellas personas que no disponen de las habilidades necesarias para hacer frente al estrés laboral crónico y el agotamiento profesional pueden ir gestando una serie de actitudes negativas que son el caldo de cultivo idóneo para el desarrollo del síndrome de burnout o del trabajador quemado, así como de algunas enfermedades o dolencias asociadas –dolores de cabeza, molestias musculares o gastrointestinales, trastornos menstruales, ansiedad e incluso depresión. 

El primer autor en analizar el problema desde el punto de vista clínico fue el psicólogo estadounidense –de origen alemán– Herbert Freudenberger en los años 70. El doctor Freudenberger estudió las respuestas de estrés del personal que trabajaba en centros sanitarios semicaritativos, como hospitales de beneficencia, casas de acogida a personas sin recursos, prostitutas o toxicómanos, entre otros. En este ambiente tuvo la oportunidad de comprobar que, con el paso del tiempo, estas personas iban desmotivándose y acababan desarrollando síntomas de ansiedad y depresión. 

Los profesionales que están en contacto directo con la gente son los más propensos a padecer estrés laboral y a desarrollar burnout

Décadas atrás, el director cinematográfico Gregory La Cava ya planteaba un escenario similar en Mundos privados (1935), que sitúa la acción en una institución psiquiátrica. El doctor Alex McGregor –interpretado por Joel McCrea– y la doctora Jane Everest –Claudette Colbert– forman un tándem profesional que aplica tratamientos progresistas y poco convencionales para la época, con buenos resultados en los pacientes. Sin embargo, el esperado ascenso de McGregor se frustra y el nuevo director del centro implanta un sistema de trabajo que rompe sus esquemas y expectativas. 

Ante este panorama, que no acepta, el doctor McGregor se vuelve distante e irritable y su vida profesional y personal comienza a caer en picado. Sin saberlo, La Cava estaba llevando por primera vez al cine un problema –el burnout– que ni siquiera había abordado aún la psicología. Esta cinta –que se encuentra descatalogada y es de difícil acceso– ha sido recientemente rescatada y proyectada en varias sesiones por la Filmoteca Española. 

El estudio del síndrome del trabajador quemado cuenta con una relevante aportación española, que ha sido recogida por las revistas científicas internacionales más importantes de su campo. Un grupo de investigación de la Universidad de Zaragoza, liderado por el profesor Jesús Montero, ha identificado tres estados diferentes en el burnout. 

Tres perfiles 

A medio y largo plazo supone considerables costes para la empresa 

Las personas altamente implicadas en su trabajo, muy ambiciosas y que empiezan a experimentar una sensación de sobrecarga, entrarían dentro de los llamados 'perfiles frenéticos'. Estos trabajadores sienten que están abandonando su salud y su vida personal por atender las demandas del trabajo. 

Otro posible sujeto sería aquel que se encuentra 'sin desafíos' –no se desarrollan profesionalmente en su puesto de trabajo y se aburren con sus tareas–. 

El tercer y último perfil es el de los trabajadores 'desgastados': son personas que no sienten reconocidos los esfuerzos de su labor y pueden convertirse en negligentes y acabar abandonando sus responsabilidades, de forma consciente o inconsciente, como mecanismo de autodefensa. 

En nuestro país se ha avanzado considerablemente en el estudio del burnout, pero estamos en el vagón de cola en cuanto a la aplicación de medidas preventivas. En este sentido, Jesús Montero se lamenta de que "las empresas no están entendiendo la entidad del problema", lo que califica de "miopía". Según manifiesta este experto, la mayoría de empresas todavía no piensan en las personas como capital humano que merece protección. "Los trabajadores con cierta experiencia en un puesto de trabajo tienen un valor, y eso no es solo cuantificable en términos económicos", prosigue Montero. 

España suspende en prevención 

A día de hoy, en España este problema "no se cuida de la manera necesaria". Esto supone que el deterioro y la calidad de vida en el trabajo de las personas se traduzca en un rendimiento inferior. "Al final, a la larga, lo que a corto plazo no se considera un valor económico, a medio y largo plazo supone considerables costes para la empresa", alega el profesor. 

Se debe concienciar, tanto a las administraciones públicas como a las empresas privadas

El Ayuntamiento de Madrid cuenta con la plantilla municipal más importante de España, con 25.475 trabajadores. Un grupo de delegados de varios sindicatos en la Agencia Tributaria del Consistorio hace unos meses valoró la posibilidad y la conveniencia de evaluar los riesgos psicosociales y las situaciones extremas de estrés laboral –burnout y acoso psicológico– en la totalidad de la Administración Pública local.

"Tenemos la sensación de que en el Ayuntamiento de Madrid los riesgos psicosociales no se han abordado de manera adecuada y que en prevención de riesgos laborales y en los departamentos correspondientes han mirado hacia otro lado", asevera Jesús Villagrán, delegado de Somos Sindicalistas en Hacienda. 

En los dos últimos años, por ejemplo, siete policías municipales de Madrid se han suicidado. Villagrán considera que "es un escándalo, porque no se nos ha dejado investigar qué ha pasado y si la salud laboral ha tenido algo que ver o si han sido problemas sentimentales o de cualquier otro tipo". Además, según explica este delegado sindical, "los expedientes de acoso laboral durante este tiempo se han ido archivando todos". 

Preocupados por estas y otras situaciones, los delegados sindicales se pusieron en contacto con el Laboratorio de Psicología del Trabajo y Estudios de Seguridad de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Y se fraguó la iniciativa mediante la colaboración. Desde esta universidad pública se dotará al estudio del apoyo científico y técnico. 

La importancia de este proyecto reside, entre otros aspectos, en el hecho de que "no existe un estudio completo sobre riesgos psicosociales publicado en nuestro país que incluya una muestra importante de trabajadores dentro del sector público", justifica Jesús Martín, investigador y docente de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Además del doctor Martín en calidad de director, en el estudio también intervienen las investigadoras M.ª Lourdes Luceño y Beatriz Talavera. 

Los resultados servirán para tener una visión real de la incidencia del estrés laboral, el burnout o el acoso en las administraciones públicas. Igualmente, se podrán realizar comparaciones con el sector privado. "Creemos que se debe concienciar, tanto a las administraciones públicas como a las empresas privadas, de las ventajas de invertir en prevención primaria de riesgos laborales, es decir, tomar medidas para prevenir daños antes de que estos se produzcan", concluye el doctor Martín. 

"El cliente te trata como si fueras basura" 

Chus tiene 47 años y es cajera en un hipermercado de la Comunidad de Madrid. Está afectada por el síndrome de burnout y no se plantea abandonar su actual puesto de trabajo –aunque es diplomada universitaria y tiene en su haber tres másteres – porque a estas alturas ya no se ve "cambiando": "Cuando me incorporé en la empresa hace años, creí que podía darme oportunidades, pero o tienes enchufe o no tienes oportunidades reales". 

Solo puedes pensar en que al día siguiente tienes que volver a la misma rutina, el cliente te trata mal y la empresa solo se fija en la productividad 

Uno de los apoyos de Chus en estos momentos difíciles es el sindicato y, de hecho, uno de sus principales anhelos es que se llegue a negociar un nuevo convenio colectivo que proteja mejor sus derechos. 

Con la libertad total de horarios de la Comunidad de Madrid –vigente desde julio de 2012–, Chus se queja de que son los trabajadores antiguos los que suelen cubrir los domingos y festivos, sin tan siquiera cobrar estas jornadas como horas extra. "No tienes calidad de vida y solo puedes pensar en que al día siguiente tienes que volver a la misma rutina, el cliente te trata mal y la empresa solo se fija en la productividad". 

El desgaste laboral que padece Chus se va produciendo poco a poco. El hecho de ser solo un número para su empresa no la hacer sentirse valorada. "Tenemos que atender a un número de clientes por hora, facturar un número de artículos por hora, tenemos la desazón de tener que ir siempre deprisa, al cliente le estás tirando las cosas y es la pescadilla que se muerde la cola". 

Por si esto no fuera suficiente, Chus siente que "el cliente te trata como si fueras basura, a menudo se producen situaciones violentas y no te sientes protegida por la empresa". De momento, y a la espera de que mejore la situación de su colectivo y la suya personal, Chus tendrá que hacerle frente a la desidia cada mañana, desde el momento en el que suena el despertador. 

Sanitarios, profesores y policías, los más afectados 

Los profesionales que están en contacto directo con la gente son los más propensos a padecer estrés laboral y a desarrollar burnout. Entre los profesores, el personal sanitario, los policías o los trabajadores de la Administración Pública y de los Servicios Sociales existe una mayor incidencia de casos, debido a la fuerte demanda social que pesa sobre ellos. 

Pero cualquier trabajador en unas determinadas circunstancias puede ser víctima de este síndrome. Incluso estudiantes en prácticas con un alto nivel de exigencia –como los residentes médicos– pueden quemarse antes de incorporarse al mercado laboral. 

No obstante, hay que diferenciarlo del estrés laboral (saturación física o mental por la presión en el trabajo). Quienes padecen el síndrome de burnout tienen la sensación de estar fundidos, agotados, quemados por ejercer su trabajo. 

Los síntomas
  • La ilusión con la que se inició el trabajo en el pasado se convierte en frustración. 
  • Las relaciones se van dañando y pueden convertirse en hostiles. 
  • La irritabilidad, el cinismo y el sarcasmo comienzan a evidenciarse. 
  • Los problemas se ven como grandes montañas y se reduce la calidad del trabajo. 
  • Tendencia a verse envueltos en actividades adictivas o de riesgo como la bebida, las drogas o el juego. 
  • Todo lo anterior puede acabar llevando a la persona afectada al absentismo o a la depresión, entre otras cosas. Además, tiende a perjudicar las relaciones sociales fuera del trabajo. 
  • Las personas que identifiquen estos síntomas deben buscar la ayuda de un psicólogo o psiquiatra especializado.